viernes, 31 de agosto de 2012

Estaba a un solo paso de cumplir su sueño. Un simple movimiento, y todo habría acabado. 
Todo comenzó como una mera ilusión, un simple deseo, un objetivo perverso. Vio cómo la miraba, pudo ver reflejado en su rostro cuáles eran sus intenciones. No se lo podía permitir, no podía salirse con la suya. Otra vez no.
Esta vez, se alzaría con la victoria, se impondría sobre él. Lo único que tenía que hacer, era mostrar debilidad, hacerle ver a través de sus ojos su rendición. Justo entonces, le arrancaría aquello que más anhelaba; su propia vida.

Intentó gritar. Intentó moverse. Todo fue en vano. Estaba atrapado, inmovilizado, enjaulado. Su única salida, la única vía de escape de la que disponía se encontraba al alcance de su mano, bastaba con alargar la mano, coger el arma por el mango, y acabar con todo. Eso era lo que ella quería, lo que estaba deseando ver. Y así lo hizo. Tanteó el suelo en busca de la navaja, y cuando lo encontró, lo ocultó bajo sus ropas, esperando a la próxima comida. No contaba con que el mal siempre va un paso por delante. El mal, siempre gana. El bien, siempre muere.